Por Dr. C Raúl González Peña (CO6XDX).
Hoy es 22 de diciembre, y para todos los que nos escolarizamos después de 1959, la fecha tiene una connotación especial. Los cubanos y las cubanas aprendimos con la fuerza del convencimiento y de la tradición que este día, junto a nuestro día de cumpleaños, era una de las fechas más importantes de todo el calendario. Luego de la colosal obra emprendida para erradicar por siempre el analfabetismo, en un día como el de hoy, pero en 1961, se declaraba a Cuba “Territorio Libre de analfabetismo”; y desde entonces el primer día del invierno para el hemisferio norte, también se convertiría en el “día del educador” para los que vivimos en la mayor de las Antillas.
Mis recuerdos de niño me devuelven una imagen en la que el 22 de diciembre amanecíamos –todos- diferentes para ir a nuestras escuelas. Por semanas nos habíamos metido de a lleno en organizar la mayor celebración del mundo para nuestras maestras, maestros y profesores. En esta empresa nuestros padres siempre jugaron un papel determinante, pues además de buscar todo lo necesario para la gran fiesta, nos inculcaban el amor infinito por estos seres maravillosos, que con paciencia y dedicación, iban dejando su huella en nuestra alma inocente, en nuestros corazoncitos infantiles y en nuestros pensamientos imperfectos.
Gracias a lo que hicieron nuestros maestros y maestras de entonces, germinó en muchos de nosotros una semilla fértil y potente _la del magisterio-. Qué lejos estaban mis creencias y conocimientos, sobre el verdadero significado de esta profesión. Recuerdo que mi primera inclusión en esta área llegó con un círculo de interés, mientras cursaba la Educación Primaria; luego vendrían las monitorías, los concursos de conocimientos y las actividades de orientación vocacional. Sin embargo Dios tendría un camino trazado para mi vida, cuando me colocó –profesionalmente- en el más maravilloso de los viajes: el de convertirme en educador.
Hoy, tengo que agradecerle estar aquí soñando intensamente con una mejor formación para mis alumnos a tantas y tantas personas e instituciones, que podría cometer errores imperdonables al no mencionarles a todos, pero es mi deber, al menos intentarlo con modestia y humildad.
En primer lugar quiero reconocer lo que han significado en mi formación esos viejos maravillosos que son mis padres. Mi madre que me inculcó los buenos hábitos, la decencia y el respeto por la familia; y mi padre santo, que es el más grande de los maestros que jamás he conocido. Ejemplo de cariño, de bondad, de talento y de amor por todas las obras que ha decidido emprender en su fructífera vida. Igual debo mencionar a mis tres hermanas, quienes siempre han sido modelo de abnegación, laboriosidad, cariño y respeto; y las que de una forma u otra, han sido excelentes educadoras.
También recuerdo hoy a muchos de mis entrañables maestros y profesores a lo largo de mi tránsito por la escuela: la maestra tita, el maestro Omar, los Profes Carretero, Wilfredo, Maricela, Paco, Clavelo y Pedro. A su vez, también fueron determinantes en mi formación los entrañables profesores de la Facultad de Física: Nenito, Gerardo, Rosalina, Augusto, Chuchy, Oscar, Martica, Rivas, Arnaldo, Contreras, Villar, Irina, Julito, René, Vega, Luisín, Nancy, Edín, Rubio, los Juaquines, y muchos otros.
Muy especial para mí, son los recuerdos y la gratitud eterna hacia aquellos que ya hoy no los tengo físicamente a mi lado. Son los casos de Oscar López, Silvio Castro, Carlos Sánchez y Víctor Gutiérrez; quienes me demostraron que solo en el rigor diario, la perseverancia y la inconformidad ante los frecuentes errores se halla la clave para el verdadero crecimiento profesional.
Luego Dios me tendría reservadas otras sorpresas para mi vida profesional. Sin pretenderlo un día del año 1995 me enrolé en la apasionante aventura de conocer y amar la Educación Especial. Allí también he tenido compañeros de trabajo entrañables, que se convirtieron en permanentes maestros de la profesión y de la vida. Reciban en este día mis felicitaciones Alvarina, María Victoria, Marelys, Marlén, Mirian, María Elena y Santiago; que son de los que veo poco, pero que les llevo en mi corazón. También les dejo una felicitación especial para mi vieja linda “Leonor”, para María Antonia, Dunia, Tamara, Leonor Marina, Iliana, Lina, Lismay, Lissette, Merlin, Diana, Beatriz Betania, Sonia, Carmen, Yunita, Betty, Tania, Pablo y Karel; que sin dudas, son ángeles que me soportan y me enriquecen diariamente.
En fin, que la lista es enorme y que nadie debiera quedar fuera, así que no me queda de otra que agrupar a mis buenos maestros y profesores por las instituciones educativas donde he estudiado a lo largo de mi vida, y enviarles una fuerte felicitación. En primer lugar las Escuelas Primarias “José Gervasio Artigas” y “Abelardo Figueroa”; la Secundaria Básica “María Escobar Laredo”; la ESVOC “Ernesto Guevara” y el ISP “Félix Varela”. También debo felicitar en este día a mis colegas de la Universidad Central “Marta Abreu” de Las Villas, de la de Cienfuegos, Camagüey y Ciego de Ávila, lugares estos, donde sin dudas he conocido a personas magníficas que han contribuido en gran medida con mi formación. Igual no olvido a los colegas del CELAEE, del IPLAC y del MINED; de los que siempre he aprendido infinidad de lecciones.
Una distinción especial quiero hacer para estas cuatro personas, que sobre todo, han confiado y continúan confiando en mí; que me han dado todas las posibilidades del mundo para superarme y crecer; que me han querido por sobre las diferencias, que han sido incondicionales; y que se han convertido en ejemplo de maestros formadores. Felicidades Neno, Pastor, Santiago y Juana Elena. A todos los llevo en mi corazón.
Claro en esta fecha no puedo olvidar a los que de manera más decisiva han transformado mi existencia y me han hecho un mejor maestro. Y estoy hablando de mis alumnos, los que me han soportado durante tantos años, los que me han querido a pesar de mis exigencias, los que me han adornado la vida con esperanzas, los que aún me recuerdan con amistad, los que un día llegaron a amarme en silencio, los que aún lo siguen haciendo, los que siguieron mis pasos a pesar de los duros tiempos y circunstancias adversas, a mis diplomantes traviesos, a mis tutorados imperfectos, a mis aspirantes exigentes; en fin, felicidades también para ustedes que son parte de las cosas bellas que adornan mi vida.
Agradezco el reto y la exigencia que me han impuesto mis bellos y complicados alumnos, sobre todo, los que han sabido llegar hasta mi corazón y permanecer allí por siempre, en especial a mi hija hermosa, para quien nunca quiero dejar de ser su maestro, en la escuela y en la vida.
Sin embargo sería un acto de ingratitud extrema no reconocer a ese grupo selecto de profesores y maestros, que combinan la profesión de enseñar con la radioafición. Lamentablemente algunos de los buenos ya no están con nosotros, este es el caso de Daniel González, un Profe excepcional de Química; tampoco contamos con Oscar, quien probablemente fuera en vida, el mayor promotor de la radioafición en este municipio. Pero lo importante es que una generación de jóvenes educadores continúan la obra, tanto en los rigores de nuestras escuelas, como con su contribución a la Academia del Radioaficionado. Estos son los casos de Ricardo (CO6KOL); Vladimir (CO6VV); Lieser (CO6LMB); Raúl (CO6XDX); Leonid (CO6KEK); Juan Antonio (CM6YS); Luis Javier (CM6KVA); Roberto (CL6RK); Orelvys (CL6OU); Liván (CO6LSB) y Arnaldo (CM6YX).
En fin, reciban todos mi inmensa gratitud y felicitaciones en este día. Y a los desalentados les recuerdo que nunca la noche fue tan oscura, que unos minutos antes del amanecer…
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